Los jóvenes migrantes africanos son seres humanos como cualquier otro
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Estás reaccionando a este nuevo drama migratorio que tuvo lugar durante un intento masivo de inmigrantes africanos de cruzar la alta alambrada que separa el enclave español de Melilla de la ciudad fronteriza marroquí de Nador. Según las autoridades marroquíes, 23 inmigrantes murieron y 140 policías resultaron heridos.
Sí, muertes, una cifra oficial que sigue siendo discutida por otras fuentes. Muertes que aún no sabemos con certeza si fueron provocadas por caídas, empujones o por palizas y brutal represión de las fuerzas de seguridad.
Lo cierto es que también hemos visto vídeos de amplia circulación que dan testimonio de un comportamiento violento totalmente inaceptable por parte de la policía marroquí, pisando a hombres amontonados unos encima de otros, golpeando a algunos con porras. Estas imágenes son insoportables y lo que evocan para las poblaciones negras africanas también es insoportable. Y cuando los autores de estos tratos indignos son de otro país africano que invierte mucho en la relación política, económica y cultural con sus vecinos del sur, el malestar es real.
Marruecos se unió a la Unión Africana, a pesar de que se postuló hace algunos años a ECOWAS, y Marruecos está implementando una notable estrategia africana de pragmatismo, con énfasis tanto en la economía como en el conocimiento y la ‘educación’. Hoy, las élites políticas, económicas e intelectuales del reino también deben afrontar la difícil pero necesaria tarea de desmantelar todo lo que se asemeje al racismo en la sociedad. Los jóvenes negros africanos sin título que se lanzan a las rutas migratorias son seres humanos que tienen derechos como todos.
Sin embargo, considera que las políticas migratorias europeas, como el escaso interés de los gobiernos de los países de origen de los migrantes en la vida de sus hijos, también están en el centro de estos dramas recurrentes en el mar, en el desierto, en Libia o en Ceuta y Melilla
Si claro. Las muertes que se cuentan por miles cada año en las rutas migratorias son la doble consecuencia de la incapacidad de convencer a los jóvenes en sus países de origen de que tienen un futuro inmediato en casa, y de las políticas migratorias incoherentes y en ocasiones cínicas de los países europeos. Recordemos, sin embargo, que las migraciones son una constante en la historia de la humanidad y que el análisis científico de las migraciones durante décadas ha proporcionado claves de comprensión válidas para todas las regiones del mundo.
Los inmigrantes africanos reaccionan a las mismas señales que los inmigrantes mexicanos, libaneses, vietnamitas, irlandeses o italianos, a veces correspondientes a contextos obviamente diferentes. Los contextos no cambian radicalmente de un año a otro. Esto significa que incluso en países donde se están realizando esfuerzos para crear empleos, oportunidades y esperanza para los jóvenes, la necesidad de movilidad no terminará pronto.
Es por ello que las políticas migratorias de los países de acogida son el factor más determinante en el corto plazo del nivel de riesgo en el que incurren los migrantes. Son estas políticas las que marcarán la diferencia entre el número de migrantes que pueden afirmar que migran regularmente con poco riesgo para sus vidas y aquellos que no tienen posibilidad de tomar rutas legales para migrar.
Recuerda los caminos sugeridos por el think tank europeo Delors Institute en un estudio sobre la migración Europa-África, estudio que fue objeto de un debate coorganizado con Wathi hace unos meses
En vigor. Este documento proponía la creación de un visado de búsqueda de empleo en la Unión Europea, basado en la experiencia de la libre circulación de ciudadanos europeos, que no generaba una oleada migratoria masiva entre los Estados, y aprovechando la robusta estructura legal y tecnológica arsenal que garantice el control total de las personas que entran legalmente en la Unión Europea.
Ante la realidad del sufrimiento y la banalización del trato inhumano que nos recuerda los tiempos más oscuros de nuestra humanidad, atreverse a recorrer nuevos caminos es una exigencia moral.
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