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TAEZ: En el sur de Yemen, Salim Mohammed, de 14 años, se levanta al amanecer todos los días para buscar agua y se une a largas filas frente a los embalses públicos de Taiz.

Su día a día es similar al de muchos niños de este país, el más pobre de la Península Arábiga, donde el agua es cada vez más escasa, bajo el efecto combinado de la guerra y el cambio climático.

Con su padre y tres hermanos, Salim viaja hasta 1,6 kilómetros para llenar su botella de agua, a veces esperando durante horas, con la esperanza de no faltar a clases. “Me duelen los brazos y la espalda por el peso que cargo todos los días”, dice.

Yemen ya era considerado uno de los países con mayor escasez de agua del mundo, incluso antes del inicio del conflicto en 2014.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), las aguas subterráneas en Yemen se están agotando dos veces más rápido de lo que se reponen. A este ritmo, el país podría quedarse sin agua subterránea en 20 años, advierte la organización.

“Nos levantamos todas las mañanas y corremos a buscar agua”, suspira la madre de Salim, Oum Moujahid, que vive con su familia en una antigua tienda de comestibles convertida en un apartamento improvisado.

“A veces lo conseguimos, a veces no. Es una lucha”, añade la madre, que huyó de los combates en Hodeida, una región estratégica de la costa oeste, para instalarse en Taez, un pueblo de montaña controlado por el gobierno pero rodeado por los huzíes.

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“Consecuencias trágicas”

Taiz es una de las regiones con más escasez, en un país donde casi la mitad de la población, o alrededor de 14,5 millones de personas, no tienen acceso a agua potable segura, según la FAO.

A nivel nacional, la red de abastecimiento de agua sirve a menos del 30 % de la población, lo que obliga a millones de yemeníes a comprar agua a empresas privadas o a utilizar pozos a veces insalubres, dijo Ralph Wehbe, jefe adjunto de la delegación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). en Yemen

Una de las “trágicas consecuencias” de la crisis es que los niños “se ven obligados a pasar horas recogiendo agua para sus familias (…) en lugar de ir a la escuela”, explica.

Señalando la tensión por los recursos, un video ampliamente difundido en las redes sociales muestra a una niña apuñalada hasta la muerte por su vecino durante una disputa por el acceso a una torre de agua en Sanaa, la capital controlada por los rebeldes. La autenticidad de las imágenes no pudo ser verificada por AFP.

En abril de 2022, los medios locales informaron de un accidente mortal provocado por un camión cisterna que atropelló a mujeres y niños que esperaban para llenar sus bidones de agua en Taiz.

En esta ciudad, la tercera del país, se ha vuelto común ver niños cargando latas de casi la mitad de su tamaño.

“Inseguridad alimentaria”

Según Samir Abdelwahid, director del servicio de agua de Taiz, la ciudad ahora está abastecida por 21 pozos, frente a los 90 antes de la guerra, que proporcionan solo “alrededor de 0,7 litros por persona por día”.

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“Los niños no van a la escuela. Están obligados a buscar agua”, lamenta.

Además de las consecuencias del conflicto, Yemen se encuentra entre los países más vulnerables del mundo al cambio climático, según el Índice de Adaptación Global de la Universidad Americana de Notre Dame.

El aumento del nivel del mar y las inundaciones repentinas están provocando la salinidad de las aguas subterráneas y la contaminación de las aguas residuales, advierte Maha Al-Salehi, experta de Holm Akhdar, una consultoría ambiental yemení.

Según ella, la crisis es en tres niveles: disponibilidad, calidad y accesibilidad del agua.

“Los yemeníes se enfrentan a una situación de extrema inseguridad hídrica, pero también alimentaria, ya que la mayor parte del agua se destina a la agricultura”, explica el investigador.

“El problema de la escasez de agua persistirá incluso si Yemen encuentra la paz mañana”, advierte.

Prudencia Febo

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