Lo que no enseñan en la carrera médica
El otro día, un amigo me dijo que cuando iba al médico, a menudo tenía la sensación de que lo importante era el médico, cuando lo importante debía ser el paciente.
En ese sentido, recientemente leí una maravillosa historia de Galeano que quería compartir contigo:
“Un hombre de la ciudad de Neguá, en la costa de Colombia, logró subir a la cima. A cambio, dijo que contemplaba la vida humana desde arriba. Y dijo que somos un mar de hogueras. Este es el mundo ”, reveló. mucha gente, un mar de fuegos. Cada uno brilla con su luz entre todos los demás. No hay dos incendios iguales. Hay grandes incendios y pequeños incendios y fuegos de todos los colores. Hay gente con fuego tranquilo que ni siquiera sabe del viento y gente con fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos tontos, no se encienden ni se queman; pero otros se queman la vida con tanta pasión que no puedes mirarlos sin pestañear, y quien se acerca queda iluminado ”.
Todos debemos intentar ser el último tipo de ‘pequeño fuego’, el que ‘ilumina’ al que se acerca. Pero especialmente doctores. Tenemos esta oportunidad y esta responsabilidad hacia nuestros pacientes.
El efecto placebo de la empatía
Cuando un paciente abandona una cita, puede haber 3 tipos de posibles reacciones:
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Diga: “Qué desastre, no volveré más”
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Quien dice: “Está bien, son profesionales”
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Que salga y diga: “¡Qué maravilloso! ¡Qué bien me trataron!
Esto último es lo que los médicos debemos intentar conseguir: establecer una Conexión emocional con los pacientes durante nuestro tratamiento y cómo los hicimos sentir en nuestra práctica. Los pacientes no recuerdan por qué acudieron a nosotros, pero sí recordarán cómo se sintieron en nuestra clínica.
Además, si se logra esta empatía, obtenemos dos beneficios muy claros sobre el paciente: el conocido Efecto placebo, es decir, que el paciente mejora directamente por efecto psicosomático y, sobre todo, la garantía de que el paciente también se verá implicado en la adherencia terapéutica o en las recomendaciones que el médico prescriba, es decir, una mayor ‘adherencia’ al tratamiento.
Las personas que se dedican a la medicina tienen que ser el tipo de ‘fuego’ que ‘enciende’ a los demás, que los hace mejores. En el caso de los dermatólogos, ayudando a nuestros pacientes a través de la piel. Y tenemos que ser, como dice la historia, un fuego sereno, que no es sensible al viento (modas, expectativas poco realistas, dinero, productos farmacéuticos, tendencias temporales, etc.). Por tanto, en medicina no se trata de hacer constantemente cosas extraordinarias, sino de hacer las tareas normales del día a día de forma extraordinaria.
Porque los médicos a veces curamos, pero debemos siempre aliviar.
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