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Emitido el 30 de julio a las 8:30 p. m. en Be1
Cuando Eastwood aparece en la película, es impactante. La cartografía de su filmografía está diseñada desde un principio como un pergamino sobre la piel arrugada de un hombre de 91 años y nos regala una emoción muy especial: la de un actor-director que se funde con su personaje, en el crepúsculo de su vida, y a la que nos aferramos con tanta más ternura que tenemos miedo de perderla. Con esta road movie mexicana que no carece de debilidades, la que encarnó al silencioso y decidido jinete en El hombre de las altas llanuras sigue tejiendo su leyenda y la de Estados Unidos. A quién le importa si la historia de esa vieja estrella del rodeo a la edad más que venerable que es recogida para una misión imposible en México es inverosímil (¿el abuelo le va a dar una lección al hampa mexicano, en serio?). Ya sea que se trate de otra historia de redención o de que su visión de México sea formulada, Clint captura mágicamente el crepúsculo y la sutileza inherente de la vida humana bajo un aparente maniqueísmo. Si este western de imágenes suntuosas parece muy cansado, Eastwood demuestra que, al rodar, sigue en pie, sigue vivo.
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