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Había una vez una revolución

En 1910, México estaba en vísperas de elecciones. Poco antes, el país sufría con toda su fuerza la crisis económica de 1907 y vivía un conflicto diplomático con las grandes potencias por el petróleo. En febrero de 1908, Porfirio Díaz concede una entrevista al periodista estadounidense James Creelman, en la que garantiza que ya no se presentará a las elecciones y ya no gobernará México; además, dijo que estaba a favor de crear nuevos partidos políticos. Sin embargo, es él quien será reelegido.

Candidatos como Bernardo Reyes, Benito Juárez Maza (hijo de Benito Juárez, expresidente mexicano), Francisco I. Madero, e incluso, desde Estados Unidos, los hermanos Magón, anarquistas, compiten en estas elecciones. Díaz envenena las campañas (y la vida) de otros candidatos; incluso arrestará a Francisco I. Madero durante las elecciones. Después de exponer el fraude electoral, Madero huyó a San Luis y luego a Texas. Allí permaneció hasta el 5 de octubre, cuando publicó el Plano [manifeste] de San Luis Potosí, en el que convocó el enfrentamiento del 20 de noviembre de 1910.

Aunque sus compañeros del partido antirreeleccionista no lo siguen, obtiene el apoyo de los movimientos campesinos y populares, que tienen líderes listos para la lucha armada. Entre ellos, Pascual Orozco, Francisco [dit Pancho] Villa y Emiliano Zapata.

Contrariamente a la creencia popular, la Revolución Mexicana no terminó con el derrocamiento de Porfirio Díaz. De hecho, estos últimos desaparecieron de la escena política apenas seis meses después del inicio del conflicto.

Gracias a los acuerdos de Ciudad Juárez, la renuncia de Porfirio Díaz y su vicepresidente, R

Angelica Bracamonte

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