Especies migratorias: para orientarse, ¡más vale tener buen olfato!
Este artículo es de la revista Les Indispensables de Sciences et Avenir n°210 de julio/septiembre de 2022.
El mundo animal está en movimiento. La mayoría de las especies se trasladan del área donde se reproducen a aquellas donde se alimentan. Un probable legado de una época en la que tuvieron que adaptarse a la alternancia de edades de hielo e interglaciares, según los ecologistas.
¿Los registros, atestiguados por GPS? Por aire, el charrán ártico, con sus 70.000 kilómetros de vuelo entre el Ártico y la Antártida. A los océanos, la tortuga laúd y sus 20.000 kilómetros recorridos para llegar a las playas de anidación. Y en tierra, es el caribú y sus 1.300 kilómetros en línea recta el que gana el premio. Pero, ¿cómo se identifican?
“Saber la dirección a seguir es innato”
“No confundas orientación con navegación, advierte Francesco Bonadonna, del Centro de Ecología Funcional y Evolutiva (CEFE-CNRS) de Montpellier. Saber la dirección a seguir es innato, refinar su ejecútalo y optimízalo, se puede aprender”. Las aves saben utilizar el sol, cuyo camino constituye un verdadero reloj para todos los seres vivos. “Da la dirección a seguir con mucha precisión según las estaciones”, continúa Francesco Bonadonna. Pero la noche?
El estudio de los estorninos bajo el falso cielo estrellado de un planetario demuestra que son capaces de orientarse en puntos fijos, como la estrella polar. Las especies nocturnas también han desarrollado la capacidad de utilizar la fuerza, la dirección y la inclinación del campo magnético terrestre. Pero esta no es la principal herramienta de los migrantes. Así lo demostró en 2015 un equipo internacional, que publicó sus resultados en Informes científicos.
El olfato es fundamental
“Movimos las pardelas 400 kilómetros al este de sus nidos en las Azores. En un primer grupo, las aves se trasladaron se les dejó con su comportamiento habitual; los de un segundo estaban equipados con un imán que anulaba la percepción del campo magnético; en el tercero, las pardelas fueron privadas temporalmente de su sentido del olfato, dice Francesco Bonadonna, coautor de este trabajo. Los dos primeros grupos encontraron el camino de regreso al nido sin problemas, mientras que sus compañeros sin olor dieron vueltas… hasta que encontraron ese sentido”. Conclusión: el olfato es fundamental.
Pero, junto a la herencia genética, también es necesario contar con la experiencia que aporta la navegación. Las aves que hacen su primera migración no saben cambiar de rumbo cuando el viento, por ejemplo, las desvía. Por otro lado, los adultos, que han aprendido de sus tribulaciones pasadas, pueden corregir su rumbo… a un viaje con menos esfuerzo.
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