Electrodos para controlar el sistema nervioso
Este artículo fue tomado de la revista mensual Sciences et Avenir – La Recherche n°908, octubre de 2022.
Después de las lobotomías aleatorias y los electroshocks del siglo XX, los neurocientíficos saben cada vez más cómo “empujar” donde los pacientes necesitan tratamiento. Gracias a imágenes cada vez más precisas y electrodos cada vez más delgados, la comprensión de las complejidades del cerebro y el sistema nervioso ahora es tan detallada que permite restaurar funciones motoras o cognitivas que se creían perdidas para siempre.
Aplicaciones que diversifican
El primer hito de esta revolución: la estimulación cerebral profunda desarrollada por el francés Alim Louis Benabid en 1987. Gracias a unos electrodos introducidos en el núcleo subtalámico consigue frenar los temblores y la rigidez característicos de la enfermedad de Parkinson. Desde entonces, las aplicaciones de los impulsos eléctricos para modular el cerebro o el sistema nervioso se han diversificado.
Miremos el año pasado: en febrero, en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), los implantes colocados en la médula espinal lesionada de pacientes parapléjicos permitieron restaurar un impulso nervioso para que pudieran volver a caminar. En diciembre de 2021, un equipo de la Universidad de California en San Francisco (Estados Unidos) superó los trastornos depresivos severos resistentes a los tratamientos convencionales en una paciente gracias a un dispositivo implantado en su cerebro que modula su estado de ánimo.
Un efecto positivo en la memoria inmediata.
Las últimas hazañas, anunciadas en agosto, incluyen la estimulación transcraneal (administrada directamente en el cuero cabelludo): en la Universidad de Boston (Estados Unidos), personas mayores han visto reforzada su memoria inmediata (o de trabajo) durante un mes después de una sesión, mientras que la Universidad de Pensilvania (EE.UU.) ha obtenido resultados prometedores en los trastornos bulímicos. Los algoritmos también pueden decodificar parcialmente las palabras que piensa el cerebro: lo suficiente como para ofrecer un medio de comunicación casi telepático a quienes han perdido el uso del habla.
“Explorador. Entusiasta de la cerveza. Geek del alcohol. Gurú de Internet sutilmente encantador. Erudito de la web en general”.