El Papa Francisco homenajeó a los migrantes fallecidos en el Mediterráneo durante su visita a Marsella y advirtió que los impedimentos impuestos a los barcos de rescate son gestos de odio disfrazados de moderación. En un mensaje lleno de compasión, el Sumo Pontífice agradeció a las organizaciones de rescate por su labor en la búsqueda y salvamento de los migrantes embarcados en pateras.
El arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline, se unió a las palabras del Papa y condenó como un delito la prohibición de rescatar migrantes por parte de las instituciones políticas. En su opinión, es un crimen que personas sin conocimientos de navegación sean obligadas a embarcarse en barcos viejos y peligrosos por traficantes deshonestos.
El Papa Francisco lamentó también que se prohíba a las ONG y a los barcos que operan en estas aguas rescatar a los náufragos, violando así el derecho marítimo internacional más básico. Para el líder religioso, este tipo de acciones atentan contra la dignidad humana y ponen en peligro la vida de miles de personas que huyen de situaciones desesperadas en busca de una vida mejor.
La visita del Papa Francisco a Marsella ha provocado una gran conmoción en la ciudad, ya que ha puesto de manifiesto una vez más la tragedia que viven los migrantes en el Mediterráneo. Durante su estancia, el Sumo Pontífice ha mostrado su solidaridad con aquellos que arriesgan sus vidas en peligrosas travesías en busca de un futuro más próspero.
El mensaje del Papa Francisco ha resonado en todo el mundo, generando un debate sobre la necesidad de encontrar soluciones humanitarias y justas para abordar la crisis migratoria. Los llamados a respetar la vida y la dignidad de todas las personas, sin importar su origen o situación migratoria, han sido recibidos con esperanza por parte de numerosas organizaciones y activistas que luchan por los derechos de los migrantes.
En su discurso, el Papa Francisco hizo un llamado a la solidaridad y al trabajo conjunto para ofrecer una respuesta adecuada a esta crisis humanitaria. En un momento en el que el Mediterráneo se ha convertido en una trampa mortal para miles de personas, la voz del Papa se alza como un faro de esperanza y un recordatorio de que todos somos responsables de construir un mundo más justo y acogedor para aquellos que huyen de la desesperación.
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