Ciencias

Egipto: los animales también fueron momificados

“Los cuerpos embalsamados de los toros Apis en Memphis, Boukhis en Hermontis o incluso Mnevis en Heliópolis, así como el cordero de Mendes o el de Elefantina, son verdaderos dioses vivientes, objetos de culto”, enumera Françoise Dunand, profesora emérita de historia de las religiones en la Universidad Marc-Bloch de Estrasburgo. En Fayum, la momia del dios cocodrilo Sobek es adorada en varios templos que erigen saurios saurios para este propósito. En Tebas, también un lugar de culto para Sobek, un cocodrilo es entrenado, domesticado, cubierto con aretes y brazaletes y fuertemente alimentado. Antes de ser momificado.

Para los egipcios, ciertas especies facilitan la comunicación con las deidades.

Los egipcios también consideran ciertas especies para facilitar la comunicación con las deidades. Tratan a los primeros con gran devoción con la esperanza de ganarse el favor de los segundos. Este es el caso del gato con la diosa Bastet, del ibis al dios Thoth, del halcón a Horus. Por tanto, los templos dedicados a estos dioses reciben como ofrenda animales cuyos cuerpos son tratados por la eternidad.

Así, encontramos cientos de miles de ibis momificados en Hermópolis, un centro de culto en Thoth, y miles de gatos en Bubastis, donde se reza a Bastet. Estos templos operan granjas de aves y gatos para satisfacer la demanda de los peregrinos. “Es necesario imaginar a los vendedores de exvotos ofreciendo momias a diferentes precios, como los puestos de souvenirs que encontramos hoy en los lugares de peregrinaje”., enfatiza Francis Janot. Sin embargo, arqueólogos como Paul Nicholson de la Universidad de Cardiff, especialista en el culto de animales en Saqqara (se sabe que examinó varios miles de especies vendadas), encontraron diferencias importantes en el tratamiento. Algunos animales son destripados y envueltos en vendajes, mientras que otros se desecan adecuadamente y se encierran en sarcófagos de madera o piedra. La venta de estos objetos religiosos se intensificará durante el primer milenio antes de Cristo.

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También encontramos pájaros, perros, gatos en tumbas más modestas.

Finalmente, y al margen de cualquier intención religiosa, los egipcios también mantienen relaciones estrechas y afectivas con sus animales domésticos. Por tanto, no es raro encontrar momias en las tumbas. “En Memphis, los arqueólogos desenterraron la tumba del príncipe Tutmés, el hijo mayor de Amenhotep III, el sarcófago de piedra caliza de su gato favorito”, informa Françoise Dunand. Pero también encontramos pájaros, perros, gatos en tumbas más modestas. “Solo podemos imaginar que su dueño quisiera tenerlos con él por la eternidad”, concluye el arqueólogo.

Este artículo es de la edición especial de Ciencia y futuro “Egipto: la invención de la eternidad”, publicado en abril de 2019.

Prudencia Febo

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