Daniel Roche, pensador de la Ilustración
EN ELuando acaba de dejarnos el profesor honorario del Collège de France Daniel Roche (1935-2023), es importante retomar su contribución a la historia de las ciencias de la Ilustración. Su reflexión sobre las academias en primer lugar, realizada al inicio de su carrera, renueva una historia institucional hagiográfica que se esforzó por comprender la fuerza de las instituciones más allá de su genialidad.
Daniel Roche, por el contrario, ve en él una transformación en las formas de encuentro científico que refleja las aspiraciones de la revolución científica bajo el reinado de Luis XIV. La formalización del encuentro, la legalidad de estas formas de sociabilidad deben contrarrestar la inestabilidad de los lugares de conocimiento más informales en las ciudades tradicionales. Hacer comunidad significa, entonces, ordenar la regularidad de su funcionamiento, que se procesa mediante una estricta división del tiempo académico (reuniones, concursos, discusiones, agenda) y una promoción de técnicas intelectuales que amplían este sistema de registro de datos (instrumentos, herbarios, equipo de medición).
Este trabajo académico revela también una capacidad transformadora en sintonía con las necesidades de la monarquía administrativa, desde la cartografía hasta el levantamiento de los recursos naturales, así como con los valores reformadores de la Ilustración. En Francia de la Ilustración (Fayard, 1993), Daniel Roche recuerda que este crecimiento no debe nada al azar y que “la institución se presenta como el consejo técnico y científico de la monarquía”.
Apertura a nuevos mundos
Fiel a su concepción de la historia total, Daniel Roche nunca distinguió cultura cultural intelectual y material, sino que buscó comprender la racionalidad de las prácticas. Comparando Londres, París y Roma, muestra cuánto contribuyen también las nuevas ciencias al surgimiento de las capitales europeas.
en el siglo 18Es siglo, de hecho, el ocio científico se convirtió en el complemento del alma de las élites urbanas, reflejando la conquista de la cultura erudita, particularmente en los campos de la historia natural y las prácticas experimentales. Intensificando los conocidos intercambios de la República de las Letras, los estudiosos participan de un nuevo cosmopolitismo que valora la apertura a nuevos mundos, manifestado a través de sus bibliotecas y sus colecciones de nativo.
estados de ánimo errantes (Fayard, 2003) abre así un examen de esta cultura de la movilidad que ejercería una profunda influencia en las formas de escribir la historia de la ciencia y la tecnología en la década de 2000, al aprehender la circulación del conocimiento como productora de sentido. En tu trilogía La Cultura Ecuestre de Occidente XVIEs-XIXEs siglopublicado entre 2008 y 2015 (Fayard), cuestiona la “Ciencia del caballo” y el “motivo ecuestre”donde la ciencia veterinaria se alimenta de los conocimientos del escudero y del herrador.
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