Cómo el juicio de Bygmalion se convirtió en un culo falso
El 15 de junio reina un extraño ambiente en el juzgado 2.01 del Tribunal Penal de París. Como todos los días, la presidenta y sus dos ayudantes llegan puntualmente tarde. Nunca más de quince minutos. Normalmente, la gente charla mientras espera la campana solemne para anunciar su llegada. Los ancianos de Bygmalion entre ellos. Con la excepción de Bastien Millot, ex codirector de esta empresa de medios en el centro del escándalo, sigue solo. No confesó nada, los demás sí. El abismo que ahora separa a los antiguos compañeros se revela en el espacio: está abierto.
Por lo general, uno o dos abogados caminan por la sala para saludar a periodistas, fiscales y colegas. Ese día, nada de ese ballet diario. Los acusados se dispersaron hacia las primeras filas, sus asientos rojos cerca de la barra quedaron vacíos. Los abogados están sentados en silencio en sus asientos, los periodistas están en silencio. Un pesado silencio llenó la habitación.
Fraude, estafa, ventilación dual
Por primera vez en cuatro semanas, Nicolas Sarkozy está presente en la sala, acompañado de sus abogados, sus asesores, sus guardaespaldas. Desde el comienzo de los debates, los otros trece acusados casi nunca mencionaron su nombre, pero está en la mente de todos. El fraude, el engaño, el doble colapso, como se llame, estuvo bien pensado para que ganara las elecciones presidenciales de 2012.
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