Mercenarios, anarquistas y bandidos de Eric Taladoire en revolución: la experiencia mexicana
La historia de una guerra poco conocida que fue un laboratorio social, artístico e intelectual.
En el imaginario colectivo, la revolución mexicana se limita a unas figuras de tutela algo exóticas. Entre ellos se encuentran Pancho Villa y Emiliano Zapata, símbolos de los particularismos regionales en la lucha contra el poder central. Casi parecen héroes picarescos, en países donde las divisiones económicas son violentas. Este folklore es parte de la realidad, pero la tierra de México en ese momento, entre 1910 y 1917, es mucho más compleja de lo que pensamos. No es un país compacto, como dice Éric Taladoire, profesor emérito de arqueología precolombina, sino, por el contrario, abierto a corrientes de inmigración, debates intelectuales y principios liberales y religiosos.
La revolución mexicana se impone como una guerra en toda regla. Con 1 millón de muertos, causa estragos
En este escenario, mucho más allá de la decoración de las fincas y la afluencia de peatones a la que tantos occidentales se han acostumbrado, la revolución mexicana se destaca como una guerra por derecho propio. Con 1 millón de muertos, está causando estragos. Pero, casi contemporáneo con el debut
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