En París, verdadera comida callejera de vendedores ambulantes
En esta tarde de domingo, casi se siente como un pequeño pueblo colombiano. Apenas ha terminado la misa en español en esta iglesia parisina cuando un coche se detiene en la plaza. Una pareja se baja y abre el baúl, lleno de curiosidades gastronómicas: empanadas (pasteles salados, rellenos de carne y verduras), pedazo de queso (bollos de queso)… Diana y Nelson (se han cambiado los nombres de pila) son colombianos cincuentones, fieles a su trabajo.
Cuando los fieles salen de Misa, se forma una cola detrás del vehículo. todos vienen a buscar uno café (“pequeño café”) y un pastelería (“repostería”) para comer en el acto, además de platos para llevar a casa. Todos se conocen y se reúnen alrededor de la pareja. Como muchos de sus clientes, Diana y Nelson se fueron de Colombia a España en la década de 2000 en busca de una vida mejor. Pero la crisis financiera de 2008 golpeó duramente al país anfitrión. Se mudaron a París en 2012. Pronto comenzaron a hacer entregas a domicilio y a vender sus platos caseros frente a las iglesias frecuentadas por sus compatriotas.
Aqui hablamos español. La mayoría de los clientes son colombianos, pero también hay peruanos, ecuatorianos y algunos franceses. “Somos leales a ellos porque es comida lo que no vemos aquí. Pero también es una forma de construir una comunidad con los latinos. Al comprar su cocina, los apoyamos”, explica Carmen, de 39 años. Primera presa en un pedazo de quesodiseñado para ser consumido sobre la marcha, en la calle o en casa. Tomaría más tiempo, pero en menos de veinte minutos las cajas están vacías, frustrante. Aparece un nuevo cliente. Nelson hace contacto: “¡No nos queda nada! De dónde es usted ? » El joven responde orgulloso que es venezolano.
la economia de la calle
Diana y Nelson trabajan bajo tierra. En Francia, la venta no sedentaria, conocida como “desembalaje”, está regulada. Se les impone una multa de 15.000 euros (artículo L.310-5 Código Comercial). Junto con muchos otros vendedores ambulantes presentes en las principales ciudades francesas, son los representantes de una auténtica cultura de comida callejera, importada directamente de países donde es tradición montar un puesto destartalado en una esquina o al borde de una carretera. Este es el caso de todos los países de América Latina, el subcontinente indio y el sudeste asiático, por ejemplo.
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