Los rusos privados de visas deberían “enviar sus quejas al Kremlin”, explica Dmytro Kuleba…
Un fuerte viento sopla sobre Marganets en el sur de Ucrania. Proviene del río Dnipro, de la central nuclear de Zaporozhye ocupada por las tropas rusas, donde Kiev y Moscú se acusan mutuamente de bombardear. Marganets está a solo ocho millas de distancia, al otro lado del río. La frondosa ciudad en lo alto de una colina permanece bajo control ucraniano, pero entre los matorrales se puede ver la estación de la era soviética.
“Sabes, si nos morimos, va a pasar en un segundo, no vamos a sufrir”, quiere creer Anastasia, de 30 años. “Me tranquiliza saber que mi hijo y mi familia no van a sufrir”, dice. continúa bravata, continuando con sus compras. El centro de esta ciudad industrial, que contaba con 50.000 habitantes antes de la guerra, está animado y parece contradecir los alarmistas rumores que circulan sobre el estado de los seis reactores de la planta.
“Temo por mis padres, por mí. Quiero vivir y disfrutar la vida”, dice Ksenia, de 18 años, mientras atiende a los clientes en un quiosco de café a lo largo de la principal vía comercial. “Tenemos miedo constantemente. Y la información dice que la situación en la fábrica es muy tensa, por lo que cada segundo se vuelve más grave”.
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