En el Teatro Colón de Buenos Aires, un Elisir d’amore de época con clave de “bis”
Impulsado por un reparto magistral, El elisir de amor regresa al Teatro Colón, en Buenos Aires, en una puesta en escena de época que rinde homenaje al musical Grease. Un espectáculo agradable con, por cierto, un bis histórico a cargo de Javier Camarena.
Por Marta Huertas de Gebelín
Imagina una historia de amor que parece condenada al fracaso pero termina en un “final feliz”, una historia servida por música brillante y pegadiza. Esto es El elisir de amor de Gaetano Donizetti.
Ahora imagina un campus universitario en un pequeño pueblo de los años 50 en Estados Unidos, con una estética rockabilly. es la producción de El elisir de amor del Teatro Colón de Buenos Aires, firmado por el español Emilio Sagi.
Finalmente, imagina a las mayores estrellas del bel canto bajo la batuta de un especialista en el género, y el histórico bis de “Una furtiva lagrima”. Y siempre El elisir de amor del Teatro Colón, durante la presentación del 4 de agosto.
El feliz encuentro entre la comedia de la ópera bufa y el toque sentimental
Todos conocéis esta sencilla historia, extraída casi palabra por palabra del libreto de la ópera. la poción de Daniel Auber, que Donizetti musicalizó en quince días. Conocemos a Adina, una joven rica, culta y algo intrascendente, y a Nemorino, un campesino pobre, ingenuo y locamente enamorado de ella. No sabe leer, escribir ni seducir. Sólo sabe amar torpemente, con una sinceridad profunda y conmovedora. ¿Ella lo ama a su vez sin ser consciente de ello? Es posible. Pero muchas cosas los separan.
Dos detonantes imprevistos contribuirán entonces a cambiar este statu quo: la llegada al pueblo del sargento Belcore, que se enamora de Adina y quiere casarse con ella de inmediato, y la del Dr. Dulcamara, un vendedor ambulante que ofrece un milagro de preparación que cura todos los males. Habiendo bebido lo que cree que es el elixir mágico de “la Regina Isotta” (pero es solo vino), Nemorino, borracho, se vuelve más sociable, más seguro de sí mismo.
¿Habría sido suficiente para cambiar la situación? Probablemente no. Un último elemento contribuye a asegurar la felicidad de Nemorino: se convierte en un buen partido gracias a la herencia de un tío rico y anciano, y todas las jóvenes del pueblo compiten por sus favores. Una celosa Adina finalmente se ve obligada a reconocer su amor por el joven campesino.
Una estética rockabilly cercana a “Grease” y un globo divertido
En la producción de 2022 de este elixir de amor en el Teatro Colón, en Buenos Aires, el director Emilio Sagi nos ofrece un viaje a los años 50. Muy ayudado por el vestuario de Renata Schussheim y las decoraciones deEnrique Bordoliniél creó para esto elixir de amor un ambiente muy logrado al estilo rockabilly que se puso de moda en la época en los Estados Unidos, y que experimentó un resurgimiento en popularidad veinte años después, gracias al musical grasa y la película posterior protagonizada por John Travolta y Olivia Newton-John.
Sagi se inspiró en gran medida en él para los detalles visuales de esta producción. Ahí está todo: una cancha de baloncesto con sus dos aros, gradas en el fondo y una valla de malla corrediza. En el lado del patio y el jardín, edificios universitarios de ladrillo con murales, incluida la imagen icónica de Travolta en Saturday Night Fever. Bicicletas retro rodean el escenario, así como un hermoso convertible De Soto de la década de 1950 para la espectacular entrada de Dulcamara.
La acción comienza, antes de la música, con jóvenes de pantalón blanco y camiseta roja (otra vez grasa) que juegan baloncesto. A la inauguración llegan estudiantes, espectadores y porristas que bailan para animar a los jugadores. Deslizamos las vallas frente al escenario para despejar la vista. Todo parece bien ejecutado, justo en su lugar. Entonces sucede lo inesperado. Un globo travieso cae en el foso de la orquesta. Se escucha un prolongado “Oh” de los espectadores. Afortunadamente, no hay nada importante y la actuación no se detuvo ni un segundo.
En este ambiente vintage, los movimientos de los artistas siguen siendo tradicionales, con movimientos bien resueltos del coro. En términos generales, la elección de Sagi es un bello ejemplo de coherencia estética con un sesgo juvenil y festivo, coloreado a voluntad. Nótese, sin embargo, en el segundo acto, una escena excéntrica: la Dra. Dulcamara moviéndose durante mucho tiempo en el plató, sentada en una moderna silla de oficina con ruedas.
Camarena, Sierra y Maestri: un trío de choque para Donizetti
Para la ocasión, el Teatro Colón tenía un objetivo alto. Tres de las mayores estrellas de la ópera internacional: Javier Camarena, Nadine Sierra y Ambrogio Maestri al servicio de los protagonistas de la obra. El resultado tenía que ser excelente.
javier camarena actuó en este gran salón sudamericano en un papel que cantó menos de lo que se piensa, pero que le produjo grandes satisfacciones, incluidas tres “otra vez” en el Teatro Real de Madrid. Retrata un personaje cautivador que evoluciona a lo largo de la obra. Del chico tímido enamorado, falto de desparpajo, vestido con chaleco de lana y pajarita, que no sabe encestar, pasará a ser un joven de chaqueta negra y gafas de sol, que baila (muy bien) a la Travolta ya no quiere rendirse ante la adversidad, gracias a este “elixir” que le empuja tanto a jugar a la indiferencia como a expresar sus sentimientos, todo ello sin perder su primitiva inocencia. Camarena se siente cómodo en este personaje donde puede mostrar su talento como actor y su hermosa y expresiva voz, con agudos brillantes y fáciles. Por supuesto, estábamos esperando su aria de segundo acto, “Una furtiva lagrima”, un momento de suprema alegría cuando se da cuenta de que Adina también lo ama. Su canto de gran belleza desató estruendosos aplausos que culminaron con un bis magistral que marcó ahora la historia del Teatro Colón.
nadine sierra, mientras tanto, estaba haciendo su debut profesional como Adina, quien solo había cantado una vez, en su debut, en el Merola Training Program en San Francisco. Sin embargo, es un papel que se adapta perfectamente a su voz redonda y hermosa, con agudos fáciles y potentes y la técnica segura de acercarse a las vocalizaciones del bel canto. Su “Prendi, per me sei libero…” le valió muchos aplausos. Sierra tiene todo lo necesario para este papel: juventud, encanto, despreocupado. Está destinada a convertirse en una Adina muy buscada una vez que haya establecido bien su carácter.
Ambrogio Maestri es una Dulcamara más rica que de costumbre pero igualmente astuta que vende media botella de champán como panacea universal. Entra en escena en un cupé descapotable color champagne, al igual que su atuendo, precedido por dos jóvenes azafatas. Único personaje que aún pertenece a la commedia buffa, con su verborrea burlesca y silábica, Maestri ofrece una actuación notable. Conoce como la palma de su mano a su Dulcamara, quien ha cantado más de 200 veces. Y además cree en eso –nos decía en una entrevista reciente– en este personaje que trae un poco de felicidad con su elixir universal.
El pretencioso sargento Belcore es encarnado por el barítono mexicano Alfredo Daza que hizo bien su papel. En cuanto a la mezzo argentina Florencia Machadoella es una muy buena Giannina.
El chef de Turín Evelino Pido, experto en bel canto, optó por restaurar algunos pasajes cortados a menudo, como el del cuarteto coral ante el dúo Dulcamara-Adina en el segundo acto, útil para comprender mejor el “final feliz”. Bajo su batuta, asistimos a un espectáculo alegre y de un perfecto equilibrio entre foso y escenario. La Orquesta y Coro del Teatro Colón (dirigido por miguel fabiana martinez) ofreció interpretaciones de gran calidad y contribuyó en buena medida al éxito del espectáculo.
El público, que llenó la sala de casi 2.500 butacas, entregó largos aplausos y vítores entusiastas a los intérpretes, encantados de haber presenciado este hermoso triunfo del amor y la casualidad.
Imágenes: © Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli
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