En Roma, el Vía Crucis del Viernes Santo reúne a rusos y ucranianos y es controvertido
El Coliseo iluminado, la imagen es impresionante. El Papa Francisco presidió el Vía Crucis el viernes 15 de abril frente al Coliseo de Roma. El soberano pontífice no lo había hecho durante tres años. Punto álgido de la Semana Santa que da vida al Calvario de Cristo, desde su sentencia de muerte hasta su crucifixión, su muerte y su sepultura, según la tradición cristiana. Pero Estaciones de la Cruz ha sido objeto de polémica: entre los encargados de llevar el crucifijo en cada una de las 14 estaciones hay dos mujeres, una rusa y una ucraniana, amigas de toda la vida, que llevaron la cruz juntas.
Las 14 temporadas de vía crucis se suceden, primero dentro y luego fuera del Coliseo, para unirse al Papa que no se ha movido. En cada estación, una pareja joven, los cónyuges ancianos sin hijos, una familia numerosa, una viuda con sus hijos o incluso una familia que ha perdido a una hija se turnan para leer un texto. En la estación 13, la enfermera rusa y la enfermera ucraniana llevan la cruz juntas como estaba previsto, pero al final no se dicen palabras, ya que el texto inicialmente previsto era para abordar la guerra en Ucrania.
“Frente a la muerte, el silencio habla más fuerte que las palabras. Así que detengámonos en un silencio de oración y cada uno de nosotros ore en nuestros corazones por la paz en el mundo”.
Un silencio de más de un minuto mientras el joven ruso y el joven ucraniano acercan sus rostros a la cruz que cargan juntos, pero en silencio. El Papa, sostiene su rostro entre sus manos, reza, sin duda, y sin embargo concluye el Estaciones de la Cruz con esta oración: “Haz que los oponentes se den la mano, para que puedan saborear el perdón mutuo. Desarma la mano levantada de hermano contra hermano, para que donde haya odio, florezca la armonía”.
Esta escena, concebida como un gesto de reconciliación ante la guerra que asola el país desde el 24 de febrero, despertó la ira de las autoridades ucranianas. El martes, el jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana, monseñor Sviatoslav Shevchuk, denunció una “idea inoportuna, prematura y ambigua, que no tiene en cuenta el contexto de la agresión militar rusa”. Por su parte, el embajador de Ucrania ante la Santa Sede dijo “compartir la preocupación general”. Y los medios ucranianos boicotearon la transmisión de la ceremonia, mientras que el Vaticano agregó comentarios en ucraniano y ruso para la transmisión de la visión del mundo.
El Vaticano manda agresor y ataca por la espalda, una retórica de guerra fratricida que los ucranianos ya no apoyan. Pero el Papa quiere ser pastor y no político.
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