Vanessa Wagner y Philip Glass, estudios de impacto
vanessa wagner, estudio de lo invisible (Infinito, 2022)
ILas plataformas de transmisión han cambiado el mundo de la música incluso en áreas que no necesariamente imaginamos. Es el caso del solo de piano, ese ejercicio de pureza superpuesto al jazz ya la música clásica, económico y exigente, pero sobre todo raro. Escuchamos a Martha Argerich o Keith Jarrett o Bill Evans sabiendo que estábamos en manos confiables, que levantaríamos nuestras almas. Así pasó Spotify, que en sus listas de reproducción erigió el piano “chill”, “relajante”, “atmosférico” como un nuevo estilo. Es música que tira fácilmentefondo hueco, repetición sin finura, el piano automático, que recurre mucho a compositores más o menos minimalistas (de Erik Satie a Philip Glass) para imitarlos en versión degradada. Habiéndose convertido en un negocio fácil, esta versión empobrecida del teclado de 88 teclas terminó enviando al piano más culto a sus bases polvorientas y menos vendibles para el oyente que es empujado a la música que escucha con un oído. Luego, llegó una nueva generación de artistas, que se propusieron explorar los límites de ambos mundos para inyectarles una nueva belleza creativa. Es Francesco Tristano, de quien ya hemos hablado en esta serie (leer el episodio 22, “Nils Frahm y Francesco Tristano, qui va piano va techno”), que navega entre el piano clásico y la cultura techno.
“Incurable food practitioner. Friend of animals everywhere. Internet specialist. Pop culture nerd.”