“La guerra en Ucrania pesará mucho más en la estrategia china de lo que le gustaría al régimen de Pekín”
graderío. En 2005, Robert Zoellick, entonces subsecretario de Estado de EE. UU., cuestionó: “¿Podría China convertirse en un “actor responsable”? » Escuchando a los líderes chinos desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, es dudoso que esta propuesta suceda hoy como piden algunos optimistas.
Día tras día, los portavoces del régimen venden falsedades, que luego se transmiten en las redes sociales chinas. Así, el 8 de marzo, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores insinuó que Estados Unidos podría controlar “laboratorios biológicos peligrosos” en Ucrania. ¿Cuánto tiempo puede seguir Pekín acusando a Estados Unidos y la OTAN de prender fuego a la pólvora mientras afirma respetar la soberanía territorial de los países, incluida Ucrania? Para una gran potencia que aspira al primer puesto del podio, lo hacemos mejor en cuanto a responsabilidad.
La relación entre Pekín y Moscú es “sólido como una roca”, dice el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, especialmente desde la firma el 4 de febrero de la “asociación privilegiada” entre Xi Jinping y Vladimir Putin. Una amistad “más fuerte que una alianza”, según el chino número uno. Dado que la propaganda prorrusa se estableció hace mucho tiempo, probablemente sea demasiado tarde para denunciar el horror de la agresión. A los aficionados chinos a Vladimir Putin les resultaría difícil entender tal inversión.
enemigo hereditario
Aliados en su aversión al ahora enemigo hereditario –Estados Unidos, acusado de ser “unipolar” en nombre de una “supuesta universalidad”–, los dos autócratas practican el oportunismo para defender mejor sus sistemas. A diferencia de Woodrow Wilson, el presidente estadounidense que declaró en 1917 que quería “Hacer el mundo más seguro para la democracia”Xi y Putin quieren consolidar su poder autoritario con el tiempo.
Quedan diferencias notables. Al atacar a Ucrania, Putin persigue la reconquista de una Rusia zarista indetectable. Durante años, Rusia se ha visto más como una potencia “disruptiva” mientras la China de Xi apunta a la supremacía mundial. Son potencias revisionistas de distinto tipo: Rusia destruye, busca infiltrarse, influir en la opinión pública, apoya regímenes enfrentados con la comunidad internacional (desde el sirio Bashar Al-Assad hasta el bielorruso Alexander Lukashenko) contrarios a los valores que defienden las democracias.
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