En La Palma, científicos junto al lecho del volcán
Una vez que se enteró de que el volcán Cumbre Vieja estaba comenzando a entrar en erupción el 19 de septiembre, Matt Pankhurst cargó sus dispositivos de medición en su camioneta para tomar inmediatamente un ferry a la isla española de La Palma.
Como muchos científicos, sabía que el volcán estaba proporcionando información valiosa para la ciencia.
“Cuanto más nos acercamos al momento en que salió el material (volcánico), más posibilidades tenemos de hacer un descubrimiento científico importante”, explica apasionadamente este geólogo australiano que trabaja en el Instituto Volcánico de Canarias (Involcan) desde hace cuatro años. años.archipiélago volcánico del que La Palma es parte.
Aunque la erupción parece estar llegando a su fin, el ritmo sigue siendo tan frenético en la casa prestada por las autoridades que sirve como laboratorio improvisado de Matt Pankhurst, a solo unas millas del cráter.
En estas instalaciones llenas de rocas volcánicas clasificadas y rotuladas, el geólogo y sus colaboradores instalaron una “litoteca” – una biblioteca de rocas – para analizar y distribuir la información recolectada en el campo.
“Esta es una gran oportunidad para aprender. Es, con mucho, el episodio volcánico más visto de todos los tiempos en las Islas Canarias”, dijo, hablando del interés científico por la erupción más larga que ha conocido la isla.
Equipados con una varilla de metal larga, para sondear lava caliente, o un martillo, en busca de lava fría, los geólogos acceden a los perímetros de exclusión del volcán a diario para recolectar muestras que contienen mucha más información que no podrán analizar.
Luego cortan las rocas en trozos pequeños, las pasan por una prensa para hacerlas del tamaño de un tobogán y las envían a colegas de todo el mundo para su análisis.
“Es un esfuerzo de colaboración”, continúa Matt Pankhurst de una de las experiencias más intensas de su carrera, pero que es sobre todo, dice, “una catástrofe” para los habitantes de esta isla de 83.000 habitantes.
– Diez días de espera –
Si esta erupción no mató ni hirió, los flujos de lava envolvieron 1.345 hogares y provocaron la evacuación de más de 7.000 personas.
Desde el lunes por la noche, el volcán ha entrado en una fase de letargo y los científicos muestran un optimismo cauteloso sobre el probable final de la erupción.
Pero “para poder decir que la erupción ha terminado definitivamente, estos parámetros (de inactividad) deben mantenerse en niveles similares durante al menos diez días”, insiste María José Blanco, directora de Canarias del Instituto Geográfico Nacional. (IGN) desde el mirador Tajuya, mirador del volcán popular entre científicos, medios de comunicación y curiosos.
Abajo, en el centro de control del IGN, los científicos no quitan la vista de un volcán que, incluso en extinción, podría seguir emitiendo gases nocivos.
“Las autoridades deben legislar para afrontar mejor las crisis volcánicas que se avecinan porque la densidad de población no está disminuyendo, sino aumentando”, estima María José Blanco.
Para quienes se han convertido en uno de los rostros de la gestión de esta erupción con sus notas de prensa diarias, Cumbre Vieja nos recordó algo fundamental.
“No podemos darle la espalda a la naturaleza, estamos en un archipiélago volcánico, las erupciones han estado ocurriendo desde los albores de los tiempos y seguirán ocurriendo”, dijo.
– “Muy difícil” –
La lava expulsada por la Cumbre Vieja causó enormes daños, particularmente para el cultivo de banano, una de las principales riquezas de la isla junto con el turismo.
La zona afectada por la erupción “es la zona más poblada y económicamente rica de la isla en materia agrícola”, subraya Vicente Soler, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
“El primer mes fue muy difícil porque todos los días veíamos casas quemándose y derrumbándose”, recuerda este vulcanólogo que habla habitualmente con los medios de comunicación.
En este contexto traumático, la población da la bienvenida a los científicos que entran y salen de la isla con sus chalecos rojos.
En el mirador, un joven que lo reconoció se acerca para pedirle una selfie antes de lanzarle un “gracias por tu trabajo” mientras el volcán emite lo que podría ser uno de sus últimos suspiros.
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