El descubrimiento de la penicilina
Artículo de la revista Sciences et Avenir – Les Indispensables n ° 206, de julio / septiembre de 2021.
El 3 de septiembre de 1928, de vuelta en su laboratorio de Londres después de unas pocas semanas de vacaciones, Alexander Fleming encontró un plato de cultivo podrido en un rincón del banco de trabajo. Caja que cualquier investigador sensato habría tirado … Pero él no. Decide echar un vistazo más de cerca.
Un día importante para la ciencia
En ese momento, el médico escocés se interesó por la bacteria. Staphylococcus aureus, responsable, entre otras cosas, de neumonía y meningitis. Antes de partir, cultivó esta bacteria para estudiarla a su regreso. Sin embargo, en este día -capital de la ciencia- de septiembre, notó que no solo una de las cajas había sido contaminada por un hongo (de la especie penicillium ruben), pero especialmente que el estafilococo no se desarrolló cerca del moho.
Supuestamente estornudó en una de sus cajas de cultivo.
El investigador escocés no estaba en su primer intento. En 1921, mientras ya cultivaba bacterias en su laboratorio, identificó la enzima bactericida lisozima, presente principalmente en las lágrimas. ¿Igual que? “¿O qué? Allí también, gracias a una mezcla de azar, observación, intuición e higiene… dudosa. Sufriendo de rinitis, supuestamente estornudó en una de sus cajas de cultivo. Alrededor de las secreciones nasales expulsadas, las bacterias finalmente desaparecieron. Confiando en su intuición, decidió estudiar el fenómeno, incluso haciendo llorar a sus alumnos -con limón- para estudiar esta proteína, destacando un elemento clave de nuestra inmunidad innata. Su estudiante VD Allison, ridiculizada por Fleming por su obsesión por la limpieza, confesó más tarde: “Si estuviera tan limpio como pensaba que yo, nunca habría hecho sus dos grandes descubrimientos”.
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