Los científicos están liberando esta semana los genomas de una mujer, un lobo y un bisonte de 25.000 años de antigüedad a partir de material genético (‘ADN) encontrado en muestras de suelo de una cueva en Georgia. Este método da esperanzas de grandes avances.
Este método da esperanzas de grandes avances. Nuestro pasado se escribe más rápido que nunca. Durante las últimas dos décadas se han descubierto varias nuevas especies humanas prehistóricas, y se han sacado a la luz cruces insospechados entre estas especies, particularmente con la nuestra.
Como explica Tom Higham, arqueólogo de la Universidad de Oxford, esta aceleración se debe en gran parte a los avances en genética. En 2010, se identificó por primera vez una nueva especie solo sobre la base de su ADN, ADN extraído de la punta de un dedo meñique, encontrado en la cueva de Denisova, en Siberia.
Pero hoy, continúa el especialista, el campo está experimentando una nueva revolución: el progreso tecnológico ahora permite extraer material genético directamente del suelo.
No más necesidad de huesos
Con este método, a veces ya no es necesario encontrar huesos, solo la tierra puede ser suficiente.
Si los humanos arcaicos no tuvieran el buen gusto de morir donde los arqueólogos excavan, o si sus huesos no se fosilizaron, es posible que aún hayan dejado, o excretado, material genético allí.
Recientemente, varias publicaciones ilustran los avances realizados en esta área. Más reciente, un estudio publicado en la revista Current Biology y realizado en la cueva de Satsurblia, en Georgia, descubrió el genoma de una mujer que vivió allí hace 25.000 años. Pertenecía a un grupo de Homo sapiens establecidos en el Cáucaso antes de la última glaciación, que legaron algunos de sus genes a los europeos de hoy.
En su muestra de suelo, los científicos también encontraron el rastro genético de un linaje ancestral previamente desconocido y ahora extinto de lobos y antepasados del bisonte europeo.
Lucía Sillig
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